
Permítame, querido lector, renunciar por una vez al análisis y compartir con usted tres momentos vividos a lo largo de los años que me han venido a la memoria a propósito de los recientes sucesos en la dirección del Partido Popular. Valga como excusa el tiempo de estío y la tendencia a la melancolía que la manifiesta incapacidad de nuestros dirigentes me provocan.
Eran los primeros 80, yo trabajaba en mi tesis doctoral y me disponía a almorzar con un catedrático de mi especialidad. Un sesentón con dos carreras a sus espaldas y dos oposiciones ganadas a cuerpos superiores de la Administración. Católico y sinceramente reformista. En un momento de la conversación me espetó de forma categórica: "No se engañe, joven, la derecha española está condenada a quedarse con los desechos intelectuales de la izquierda. No da para más". Aquella sentencia hacía referencia a la quiebra de la tradición liberal española por efecto de la Guerra Civil y de los 40 años de Franco, y de cómo el centro-derecha emergente no era más que una agregación de altos funcionarios sin formación ideológica o histórica. Reconozco que en su momento me pareció excesiva aquella afirmación. ¡Qué joven e ignorante era yo! ¡Cuántas veces me he acordado de aquel comentario! Él sí sabía. Él sí había acumulado experiencia de vida y estudio para entrever lo que el tiempo nos depararía.
Hace unos años charlaba con uno de nuestros grandes hombres de empresa. Un ingeniero que había dedicado toda su vida a sacar adelante proyectos tecnológicos y a vender sus productos por todo el planeta. Persona muy conocida en el entorno empresarial y con presencia activa en la patronal. Me comentaba: "Mire, Florentino, esta gente no entiende la diferencia entre un consejero delegado y un asesor jurídico, por eso jamás comprenderán la naturaleza del liderazgo". "Una cosa es el qué y otra el cómo", añadía. Con su innata pasión, me explicaba que de un consejero delegado se esperaba la definición de metas, la elaboración de una estrategia y la dirección de equipos, mientras que al asesor jurídico correspondía aclarar cómo lograrlo respetando la normativa. "Si colocas al asesor en el puesto del CEO, has cometido el mayor error de tu vida, y eso es lo que ha pasado en el Partido Popular". No se refería aquel empresario a alguien en concreto, sino al conjunto de la dirección de la derecha española.
Dentro de las actividades del programa de máster que dirijo está el facilitar el contacto de los alumnos con políticos de cierto relieve dispuestos a compartir experiencias. En cierta ocasión, el invitado era una destacada figura del Partido Socialista, alguien con una sólida formación académica y especialidad en asuntos europeos. A la pregunta de por qué los socialistas europeos estaban dejando atrás sus programas clásicos y centrándose en extrañas batallas culturales, algunas ajenas a su tradición ideológica, contestó con naturalidad y casi sin pensárselo: "El socialismo europeo ha muerto de éxito. El programa está agotado y hemos logrado que la oposición se haga socialista. No nos queda más remedio que explorar nuevos terrenos, propios de una época nueva que está dando sus primeros pasos". Los alumnos entendieron perfectamente que el modelo del Estado de Bienestar no daba más de sí y que las nuevas generaciones planteaban otros debates.
Tenemos una derecha que hace suyos los desechos de la izquierda y que se ha convertido en socialista sin saberlo; una maquinaria que no distingue administrar de gobernar, que no tiene más meta que tratar de poner la casa en orden, sin cuestionar el modelo ideológico de la izquierda. Lecciones que he aprendido de quien ha vivido en primera línea y que comparto contigo, amable lector, desde la melancolía que me produce constatar cómo, una vez más, se frustra el intento de revivir el liberal-conservadurismo entre nosotros, de construir un centro-derecha que lidere la transformación de España en los albores de la IV Revolución Industrial.